mayo 20, 2016

DOLUA ETA BIZITZA ALDIAK

Entre los 3 y los 5 años los niños no entienden el concepto de irreversibilidad de la muerte.
Entre los 6 y los 8 años los niños dicen y actúan tal cual sienten y son francos, nos hacen preguntas directas.
Entre los 9 y los 11 años, las reacciones son intensas y es importante para ellos la implicación y participación en la situación de pérdida familiar y en los rituales que se realicen.
De los 12 a los 14 años se pueden dar momentos de aflicción intensa y privada y están muy influenciados por su grupo de iguales y la cultura.
De los 15 a los 17 años el tiempo de aflicción es similar al de los adultos.



El concepto de muerte-vida es mínimo en la primera infancia. Los niños/as muy pequeños no saben siquiera diferenciar entre ellos mismos y los demás, lo vivo y lo muerto, lo animado y lo inanimado.

De los dos a los tres primeros años toman mayor conciencia de sí mismo y los más cercanos en su entorno, padre, hermanos, etc.

Hacia los 4 a 5 años, comienzan a usar términos como: vida, vivir, estar vivo, muerte o morir.
Van diferenciando lo vivo (personas, animales) de lo que no lo está (juguetes, objetos). Aún así no son conscientes de la posibilidad de la muerte ni del concepto en sí.

En la infancia y adolescencia, se percibe el mundo egocéntricamente. La realidad cambia según el propio pensamiento y personalidad, y suele corresponderse con la edad psicológica o “edad mental”.

Hacia los ocho o nueve años suelen pensar que juguetes, dibujos, piedras, tienen “vida” y que la muerte es algo pasajero.

El concepto de tiempo también tiene una medida distinta; mañana, pasado mañana o para siempre, se mezclan entre realidad y fantasía.

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